viernes, 14 de noviembre de 2008

Él, singular masculino.

a-Se podría decir que no tengo pensamientos. Soy bastante parecido a un tigre. Con una mínima diferencia, una diferencia que me aleja de su naturaleza animal, para inventar una nueva naturaleza indefinible. No se encuentra ninguna mala palabra en los diccionarios de las 6912 lenguas que existen en el mundo que la defina-Al despertar John Coupland inicio la narración de sus pensamientos sin entenderlo muy bien-Avaricia, codicia, ambición, avidez, mezquindad, egoísmo, rapacidad, tacañería, cicatería, roñosería, usura, ruindad, miseria, sordidez, envidia, ansia, anhelo, son sólo los juguetes de mis hijos.

El hombre aun en pijama saludo a sus hijos, que iniciaban el dia. Era una mañana de diario del mundo occidental, la ducha comenzaba a despertar los engranajes de la economía americana, mientras el té calmaba los estómagos de la inglesa, el acento suavizaba la francesa, la cerveza dormía el cansancio de los obreros alemanes…

Coupland narraba en inglés, el mismo con el que hablaba, aunque un poco cambiado al que trajeron inmigrantes ingleses en el siglo XVII, cuidado por Hemingway, Faulkner, Capote y Dos Passos, pero mil veces maltratado por los presidentes de los Estados Unidos de América.

-Tengo que usar lentes como un viejo pobre de novela-Coupland se sentó a desayunar con diez periódicos, las cadena de noticias Cnn, la de economía Bloomberg… pero no leyó ni una sola línea. Seguía atento a su propia narración-Es increible pero las malas noticias de los diarios sólo me parecen posibles guiones para el buen funcionamiento de la industria del cine norteamericano. Son guiones que narro yo mismo con mis números, así que los conozco de sobra.

Antes de que el relato se complicara John Frizer Coupland saco uno de los infinitos trajes oscuros que tenía, y que intentaban vestir al peor hombre del mundo, se despidió de su mujer con un frio beso en la mejilla, con la misma indiferencia de los tigres acabada la copulación. Entró en el negro mercedes, negro el abrigo, negro el traje del chofer, breve el buenos días. Antes de poder llegar a su despacho su pensamiento no aguanto más, y lo vomitó.

-¿Quién se aventuraría a narrar los pensamientos del hombre que hace que el mundo con el que se despierta cualquiera hoy, sea sólo un capricho de su propia economía? Yo desde luego no. Por eso no pienso. Hasta ahora unicamente habia enumerado. Creo que mantengo rastros de esto en mi narración.

Marco las fronteras del mundo, alimento las barreras que interesan a mis dólares todo lo que puedo, y cambio su aspecto según mi interés. Ahora musulmanes: los señalo como bárbaros para distraer al mundo y me adentro en sus subterráneos petrolíferos. Siempre Africa, Con un Él te odia y él te odia también, las mil guerras, y el continente hipnotizado para calmar mi saciedad incansable… Son sólo mis caprichos. Políticos, especuladores, comerciantes de armas, farmacéuticos, un exagerado gasto militar, petroleras, el miedo…

El mercedes paraba en los semáforos en rojo.

-Las leyes las creo por si acaso alguien ve claro lo que soy, tenga algo con lo que engañarse y no se vuelvan completamente loco.-

Su pensamiento que se había levantado con una sola idea y ya no podía más, por fin había encontrado la extraña definición de la naturaleza de Coupland. Era una pregunta de esas que escapan a la razón como el de dónde venimos, por qué estamos aquí, de esas que ponen punto y final al mundo:

¿Y para qué tanto dinero?

A. León

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Antonio León. Usted es espectacular.(aplausos)

Anónimo dijo...

yo recuerdo la carrera del duro en las calles centrales de esas ciudades collage que se reconstruyen dependiendo del alcalde o gobierno como bien recalcó 6... ¿eran las metáforas de las líneas universales del hemisferio? y si se traspasan...

el del sábado

Anónimo dijo...

Y ¿por qué denostar al pobre tigre?

Las comparaciones son odiosas.

Me gusta. Mucho.