sábado, 8 de noviembre de 2008

A buen recaudo

Amy se había dibujado aquella mañana como había podido. Antes de que el lápiz la creara, era sólo sonidos electrónicos, luces nocturnas, una sensación acuática extraña, una velocidad extrema en su sangre… La materia y la antimateria destruyéndose al tocarse. Dibujarse y de repente sentir todo el peso del cuerpo mordido. Pero Amy prefirió no seguir dibujando la habitación, y cogió rápidamente de la oscuridad del universo algo: unos pantalones, una camiseta y un abrigo y salió a la luz por la primera ventana que encontró.
Los paparazzi habían volado de su portal pero habian dejado ese rastro de nada de todos los dias. Eso eran para Amy: nada.
Amy se paró a dibujar algo en la acera. Una canción. El jazz improvisaba la calle: un taxi, un niño con una pelota y una camiseta del Arsenal, un soldado llorando en la ventana la guerra de Irak…
Londres con su mañana gris jugaba a la guerra con el mundo, a probar si existía algún lugar más que el microuniverso que representaba la city. Empezó a llover.
Amy pensó que desde luego si el mundo lo describiera un pájaro con un par de colores bonitos no usaría los mismos adjetivos que nosotros. Parece ser verdad que los pájaros tienen que tener sus propios adjetivos y además tienen que saber narrar la vida, ya que saben respirarla. Echar un vuelo y ver como todas las bolsas del mundo caen en picado. La economía va mal y eso se debe a los vuelos de los pájaros con un par de colores bonitos. No es el estúpido efecto mariposa, sino la forma de narrar la vida al mover las alas torpemente.
Amy seguía dibujando Londres.
Amy corrió por la calle y de repente se llevó la mano al bolsillo y se dio cuenta de que lo había perdido. Debía haber sido la noche anterior cuando en cualquier baño se dejó olvidado ese poquito más de materia que de antimateria al que se debe que exista ahora todo lo que existe: estrellas, planetas y seres vivos. Amy llevaba ese poquito más de materia en sus bolsillos junto a un paquete de cigarrillos, un papel con tres frases que servirían para hacer una canción, un móvil con un sólo número en la agenda: el de su marido…
“Por esto mataría cualquier posmoderno triste: Acabo de perder el universo”-pensó Amy.
Amy corrió a coger el autobús rojo para no llegar tarde a la siguiente noche, canturreando, e intentando deshacerse de tan tonta resaca. A la mañana siguiente ningún paparazzi escribiría que Amy es parte de esa asimetría necesaria para que funcione el universo.

A.León

viernes, 7 de noviembre de 2008

El profesor ZinKun

Con el medio millón decidió trazar un plan y ejecutarlo. No habría precariedad por lo holgado del presupuesto y estaba entusiasmado. Al fín y al cabo nunca quiso ser científico. Y mucho menos científico loco. Los pelos ralos, la gafa redonda, los ojos hundidos y el color cetrino del que habita un laboratorio. Bah. Ya no tengo que justificarle nada a mis padres. Malditos. Ya los hubiera tenido yo cuarenta años metidos en estas cuatro paredes. El nóbel se lo iba arestregar yo por su tumba. Contrató a tres físicos recién salidos de la facultad de Strombjun. Becarios. Les dijo:
Quieren convertirse en alguien y ganar un nóbel? Pues obedezcan y trabajen ligerito. Sin errores. No me vale me pasé dos microlitros con la solución reactiva- les ilustraba con voz de niña impertinente- Seriedad es lo único que les pido. Y tiempo. Todo del que dispongan. Tienen hijos? Compromisos? Militan en alguna asociación de alumnos?. Despídanse. Todos asintieron con los ojos muy abiertos salvo uno, un repetidor rebelde que trató infructuosamente de boicotearle el plan al profesor ZinKun. Quedaron dos y el profesor.
A las siete en punto de la mañana del primer día del fín, el profesor llegó con un café solo manchándole los bigotes. En vaso de plástico. Pensó en llevar otros tres de la cafetería de fuera pero rápidamente se dio una bofetada por la compasión y se quitó la idea de la cabeza. Dejó el café. Calzó con guantes de látex y batas blancas a sus dos acólitos y ni siquiera preguntó por la ausencia del tercero. Sólo dijo - ustedes suplirán la mala cabeza de ese machango-.
Preparó micropipetas, tubos, tintes reactivos, solución salina saturada, encendió el espectrofotómetro, ignoró la felicitación de otro con bata que pasó por fuera y sentenció:
- El año que viene quiero el nóbel por desmontar mi última teoría: El origen del mundo, mucho antes incluso de las cargas iónicas de los hadrones, ocurrió cuando un haz de luz prácticamente invisible, atravesó, insólito, sí, un total de cuarenta y siete planetas alineados a lo largo y ancho del amplísimo Universo- estranguló el vasito de poliuretano entre sus blancas manos de pura emoción y lo lanzó a la basura cerrada. El vaso derramó dos gotas de café como sangre en el suelo- Venga! A trabajar!- gritó. Y se marchó.


LaU

jueves, 6 de noviembre de 2008

El origen del caos

He olvidado devolver los libros a la biblioteca.
No es la primera vez. Siempre lo olvido, y tengo mil recursos para estas situaciones: escribir cartas justificando mi ausencia por una gripe galopante, un viaje urgente, una inundación; pedir el carnet a una compañera; suplicar (la tan socorrida última opción).
Pero esta vez es diferente. Me había propuesto firmemente, y digo firmemente, devolver los libros a la biblioteca dentro del plazo. Me acordé el día 15. Y el 20. Incluso el día 27 me acordé y no fui capaz de apuntar en un papelito, en la agenda, en el corcho, en un pósit que pegara, qué se yo, en la nevera, o encima de las gafas antes de acostarme, que el día 30 de Octubre tenía que devolver los 12 libros que había sacado de la biblioteca.
Me he dado cuenta a eso de las tres y cuarto, y ha sido una de esas cosas que, aunque sepas de golpe, no asimilas más que a cámara lenta, pensando primero que no es verdad, que tal vez te estés equivocando, pero sabiendo que en efecto es así, que no te hace falta comprobarlo, que estás segura de ello mucho antes de buscar el pequeño papelito que reposa, acusador, en la primera página del libro que habías elegido para empezar.
A partir de ahí, todo es incierto, las cosas pierden el sentido y un pequeño vaiven se apodera de mi cuerpo, ya no sé dónde voy, porque da igual dónde vaya; ya ningún consuelo es efectivo, porque todos mis planes, la ordenación más o menos lógica de mi universo pivotaba, en uno de sus lados menores, en esos 12 libros solicitados y luego retirados de la biblioteca, almacenados por orden alfabético en el estante del salón liberado a tal efecto, guardando el sentido del presente y, al final, de mi propia existencia.
La calle dónde vivo se hace cada vez más y más estrecha, y un rumor de voces dispares me hace buscar el error. Un señor rubio habla en inglés con su hijo, también rubio, en este barrio de chinos, magrebíes y hippies con perro.

Lo peor es que el mundo no se acaba.

Sheila R. Melhem

miércoles, 5 de noviembre de 2008

El lápiz

Luis acaba de encender el televisor. Para ello ha tenido que levantarse y apretar el botón él mismo porque el mando se ha quedado sin pilas. Maldice su mala cabeza, de esto hace ya dos semanas y siempre que va al supermercado lo olvida. Mientras aguarda las noticias deportivas del canal 24 horas, su enfado desaparece al constatar que el informativo lo da su presentadora favorita. Al tiempo en que ésta informa acerca del último premio Nobel de las ciencias por no sabe qué rollo físico de simetrías repasa al detalle el rostro de la presentadora. Rubia, corte “casco”, grandes ojos verdes y brillantes flanqueando una nariz pequeña de ínfimas narinas, cutis límpido y claro en el que resaltan los pómulos como elegantes colinas toscanas, y una boca de labios gruesos y húmedos que brillan a la luz de los focos del estudio. Pero antes de que pueda resumirlo con un qué guapa pasan las imágenes de unos chinos excéntricos con gafas mezcladas con otras del espacio lleno de estrellas y planetas y asteroides. No comparto tu opinión, las impresiones estéticas fueron, son y serán siempre absolutamente convencionales -replica Andrés Lieberman a la aseveración de su amigo y contertulio el profesor Julio Paganno acerca de la universal sensación estética que experimenta todo ser humano ante el orden. Son las once y media de la mañana y charlan animadamente en una cafetería próxima a la faculta de letras de Córdoba, Argentina. Ya de chiquitos nos gusta ordenar las cosas -continúa Paganno-, si no mirá a los bebitos tratando de hacer encajar cada piecita en su sitio, que si el triangulito acá, que si el cuadrito allá… sin descanso hasta que lo encajó todo.
Pero es por eso que es pura convención, es en ese instante cuando empiezan a educarnos en la necesidad de encajar las cosas, en el convencimiento de que todo tiene que encajar necesariamente en algún lado, y ahí se armó el quilombo.
La rima y metro están en todas las poesías del mundo, eso no es una hipótesis sino un hecho, al ser humano le encanta encajar cosas de siempre, disfruta como un pibe con la repetición, y la rima ¿qué es?, ¡repetición de sonidos! -pará de una vez boludo, no vas a llegar a ningún lado… el padre Giovanni ha terminado con sus tareas del día. Hoy bajó al pueblo a comprar existencias y cosas para la comunidad. Hace veinte años, cuando llegó por vez primera a este recóndito lugar de Siria, el monasterio era únicamente un montón de ruinas. Entonces estaba solo, hoy son una pequeña comunidad de tres monjes y dos monjas. Además, por allí pasan a cuentagotas diversos visitantes que pueden quedarse el tiempo que quieran a cambio de participar activamente en la vida comunitaria. La instalación eléctrica es muy precaria, todo funciona a base de unos pequeños generadores que usan únicamente para iluminar las bombillas del patio, cocina y dependencias. Por fin tiene un rato y se anima a leer el periódico. Tres japoneses reciben el premio Nobel por su contribución al estudio de las rupturas de simetrías que hicieron posible el universo tal y como es hoy. Y allí en el patio de su monasterio, a la luz de una escuálida bombilla que le alumbra en medio del inmenso desierto sirio, no puede evitar mirar al cielo y sobrecogerse ante la idea de no ser más que las chispas de una vieja explosión que aún hoy alumbra -como una mísera bengala- la oscuridad del espacio al que ha sido arrojada. Madrid. Domingo intenta en vano poner en pie un lápiz sin punta sobre el suelo del salón de su casa. Nunca logra que éste se mantenga derecho por el tiempo suficiente. Siempre cae. De su caída se levanta el ruido de la madera golpeándose dos veces contra el suelo. Domingo se tumba boca arriba junto al lápiz y cierra sus rasgados ojos chinos. Imagina el universo. Anoche vio el telediario con sus padres y ahora cree que, bien visto, el universo es un lápiz que perdió el equilibrio.

J.PLaza

martes, 4 de noviembre de 2008

Morse

Pone el lápiz en posición vertical y lo sujeta por el extremo opuesto a la punta con los dedos índice y pulgar. No sabe qué, pero ahí tiene que haber algo. Como el famoso huevo de Colón. Sí, pero qué. Hay un lápiz, y alrededor del lápiz, cercándolo, algo más. Casi puede verlo. Suelta los dedos y el lápiz cae como un árbol talado en miniatura, como si un árbol minúsculo hubiera brotado, redundante, de la superficie de madera de la mesa de la cocina y hubiese sido talado por un leñador diminuto que nadie sabe dónde está. Eso explica que el árbol haya rebotado al caer y haya producido una especie de mensaje en Morse, punto raya punto punto punto. ¿Qué más? Recoge el lápiz y lo vuelve a poner en posición vertical. Lo suelta. Punto punto raya raya. Aparta el cuenco de arroz y con el mismo lápiz garabatea sobre la misma mesa de la cocina lo que lleva de mensaje. En cuanto anota la última raya lo deja caer de nuevo. Punto. Otra vez. Raya. Y otra. Punto raya punto. Punto punto punto. Y raya.
Josué Hernández

cosas de sueco

la estimación de los analistas acerca del galardón del año próximo da como virtual vencedor al sueco Jørgen Siløson, afamado y reputado biólogo que ha demostrado a través de un complejo y sacrificado experimento (con una estancia de 33 años en las playas del archipiélago de Mururoa) que el cangrejo nocturiensis, comúnmente llamado de concha oscura, camina hacia un lado diferente dependiendo del día de la semana. este hecho demuestra y aclara la oscilación planetaria y corrobora la fórmula matemática creada en Francia en el siglo XV por Eulogéne Ambers, en la que propone la diagonalización de la corteza terrestre. a partir de esta verificación y aplicación del concepto matemático del estudioso francés, la conjunción e interacción de las leyes físicas del espacio-tiempo por Siløson nos permiten entender la curva psicológica que actúa en el ser humano durante este periodo hebdomadario. "el cangrejo por tanto -según el profesor sueco- es el espejo de la fauna, dependiendo de los factores terrestres y de los factores temporales se desequilibra hacia la derecha o hacia la izquierda creando una serie de diagonales diarias. estas diagonales son los cambios en el ritmo de los seres vivos, concretamente de la especie humana. podemos hablar de un portavoz universal de lo inestable encarnado en este cangrejo". dentro de un año se confirmará si el galardón cae de un lado o del otro de la ciencia.

octavio pineda

domingo, 2 de noviembre de 2008

Texto


Nobel a tres físicos por desvelar las simetrías rotas de la naturaleza

La física de partículas elementales, que estudia los componentes más básicos del universo, se apunta este año otro Premio Nobel, que se suma a los muchos recibidos en un siglo. Tres científicos teóricos japoneses, Yoichiro Nambu (con nacionalidad estadounidense), Makoto Kobayashi y Toshihide Maskawa han sido elegidos por la Real Academia Sueca en reconocimiento a sus descubrimientos, en los años sesenta y setenta, de procesos fundamentales del funcionamiento del microscosmos, en concreto las rupturas de simetrías.

Esto permite entender, entre otras cosas, la pequeñísima asimetría entre materia y antimateria y, en consecuencia, por qué en el universo inicialmente simétrico sobrevivió un poquito más de materia que de antimateria y, por tanto, existe ahora todo lo que existe. La desproporción es ínfima (una partícula de más de materia por cada 10.000 millones de partículas de antimateria) pero suficiente para hacer estrellas y planetas y seres vivos. Hay que tener en cuenta que la materia y la antimateria se destruyen al tocarse, por lo que si el universo hubiera sido perfectamente simétrico en sus inicios, se habría autoaniquilado.

El ejemplo más clásico para explicar una simetría en la naturaleza y cómo se rompe es el del lápiz puesto verticalmente, que no apunta hacia ningún punto cardinal concreto, pero es inestable. En cuanto cae, se rompe la simetría, ya apunta hacia algún lado y no puede recuperar su estado anterior. Este mecanismo es esencial en el Modelo Estándar, la teoría que describe las partículas elementales y las fuerzas de interacción entre ellas.

Nambu (Instituto Enrico Fermi, Chicago), nacido en Tokio hace 87 años, introdujo el mecanismo de ruptura espontánea de la simetría en el contexto de la física de partículas. Kobayashi (Instituto Kek, en Tsukuba, Japón), de 64 años, y Maskawa, (Instituto de Física Teórica de Kioto), 68 años, propusieron el mecanismo de ruptura de la simetría entre materia y antimateria y predijeron la existencia de tres familias de quarks (seis partículas en total) en el Modelo Estándar -explica el comité Nobel-, familias cuya existencia se ha demostrado después experimentalmente. Nambu recibirá la mitad de la dotación del Nobel (un millón de euros en total) y sus dos colegas compartirán el otro 50%.

Fuente: El diario

Propone: A. León