en la escena de los dos personajes principales paseando por la playa consiguió distinguir a alguien más en la sala porque la pantalla iluminaba entonces como un proyector, como si interrogara preguntándole por qué tenían la manía de cogerle la mano en la primera cita ¿era necesario? le agobiaba y comenzaba a sudar en la palma, y desde ese momento perdía toda la concentración de lo que estaba viendo. él no quería mirarla otra vez y por eso echó un vistazo a las otras cabezas que sobresalían en el cine. no más de veinte personas: como unas siete parejas acarameladas, tres amigas y una persona sentada sola detrás en actitud vigilante. se repetía el mismo esquema de la semana anterior, e incluso la misma película, lo mismo daba, el caso era besarse con alguien y meterle mano, así seguiría aumentando su agenda. lo de la mano cogida lo arreglaría luego, ya que ahora era obligatorio dejarse llevar. tal vez ella no besaría como la de la semana pasada, tal vez no se dejaría tocar dentro de la blusa aquellos senos turgentes del viernes, pero debía probarla, ellas sucedían tan deprisa que a veces confundía nombres e imaginaba la cara de la anterior, pero si se mantenía en silencio en momentos puntuales nada extraño podía ocurrirle. solo se desconcentró en la escena delante del mar cuando el protagonista se suicidaba, porque la claridad de la luz escandiló sus ojos y creyó reconocer una cabeza familiar entre el público de su derecha. a unos 3 metros distinguió una pareja pegada, supuso que se agarrarían la mano también con las cabezas apoyadas entre las butacas. él continuó cogido de la chica hasta que terminó la película. nada más acabar un foco iluminó la sala y la gente empezó a salir. él, con un gesto algo antipático y sin mirar a su acompañante, se adelantó para ver las caras de aquella otra pareja justo a pocos metros de ellos. se quedó blanco cuando reconoció a la chica de la semana anterior, la de los senos turgentes, la que besaba carnoso y olía a melocotón, acompañada y agarrada de la mano de un tipo desconocido. tardaron en mirarse y ni siquiera sabía si le vería. cuando se reconocieron, como si fuera una jugada ensayada, ambos atravesaron con la mirada al otro, sin saludarse, haciendo ver que no se conocían. los dos, acompañados de sus parejas, quizás eventuales, salieron del cine en una profunda amnesia y anónimos de una semana mientras las luces de la sala volvían a apagarse para dejar entrar a los próximos espectadores.
octavio pineda
octavio pineda