lunes, 29 de diciembre de 2008

Distancias medias

Poseía una belleza de una sofisticación antigua cuyas claves de interpretación habían desaparecido de la faz de la tierra. Tierra que estaba entonces, a sus 17 años, circunscrita a la comarca de su pueblo como esos mapas antiguos en los que el mundo conocido aparece rodeado de una anillo de agua intraspasable.
Sus delicadas líneas, hechas para las distancias medias, no despertaban ardientes deseos en los hombres. Despertaba una suerte de tibia sensualidad con la que no se conformaba asegurando que hoy los hombres nos prefieren más hembras que divinas.
El orden de las cosas había sido invertido y su belleza clásica pasaba por normal entre unos tipos que para descubrirla no sólo habrían tenido que cruzar el océano sino además atravesar el túnel del tiempo. Pero aquello se le antojaba improbable pues a los más hermosos chicos de la comarca el cine antiguo les parecía tan aburrido como remilgado, del mismo modo que no confiaba en que por ellos mismos repararan en las peripecias de las que una cámara es capaz para volver irresistible a una mujer vulgar. Sin los trucos de astucia de la cámara, la belleza pérfida de éstas no usurparía el templo de las diosas.

Jorge Plaza

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