disimula su edad, algo así como 40, porque piensa que a estas alturas los años van atados con cuerdas toda la década. la cara simétrica, tiene los ojos paralelos, las orejas y el pelo de su barba poco poblada sale imitándole de ambos lados. maldita sea el color de sus ojos -dice-, y su cuerpo de casi metro noventa musculado le acobarda. no le gusta que le miren. no le gusta mirarse. en la calle le radiografían desde el bulto del pantalón hasta el pelo castaño y liso que calca su cabeza con la de los escaparates. odia que le observen. ellas, de todas las edades. ellas, vírgenes, maduras, mujeres atléticas, cuerpos estrechos y entregados.
termina de escribir y vuelve a salir a la calle después de la ducha. en el macuto de cuero unos cuantos libros: W. Gombrowitz, G. Rojas, F. Morábito. y en la cafetería donde la camarera maniática le regala el café, se para a revisar lo que tiene en la carpeta del macuto y lo lee unas cuantas veces. sale nuevamente a la calle, aunque le resulte incómodo tener clavados algunos ojos pintados, y se sube a la moto rumbo a su despacho. normalmente las reuniones duran unas cuantas horas que sumadas a la gestión de la mañana completarán su día, la comida también la aprovecha para verse con algún cliente, siempre en la misma mesa del restaurante, escondido de las otras. por la tarde, temprano, vuelve a colocarse el casco y atraviesa toda la ciudad con el macuto de cuero pegado a su cuerpo hasta llegar al destino. esta vez se siente nervioso, y de nuevo vulnerable. del macuto saca la carpeta y va directo a la puerta del edificio y toca uno de los timbres. al entrar, la secretaria con una inmensa sonrisa, coqueta y seductora, le hace pasar a la oficina principal donde un hombre le invita a sentarse. -lo siento, prefería decírselo en persona- es ya la cuarta editorial que le rechaza el libro, ya no saben qué excusas ponerle, ya no saben qué decirle. sigue aún en su cabeza taladrada la del editor viejo y podrido que le dijo que la poesía es un invento de los feos. se resigna y le da las gracias nuevamente, saluda a la secretaria y sale a la calle. del macuto saca la carpeta y los libros y los mete en el contenedor de basura que tiene más cerca. qué importa. volverá a escribir. se sube a la moto con el casco agarrado a un brazo y se marcha calle abajo hasta perderse entre los coches.
termina de escribir y vuelve a salir a la calle después de la ducha. en el macuto de cuero unos cuantos libros: W. Gombrowitz, G. Rojas, F. Morábito. y en la cafetería donde la camarera maniática le regala el café, se para a revisar lo que tiene en la carpeta del macuto y lo lee unas cuantas veces. sale nuevamente a la calle, aunque le resulte incómodo tener clavados algunos ojos pintados, y se sube a la moto rumbo a su despacho. normalmente las reuniones duran unas cuantas horas que sumadas a la gestión de la mañana completarán su día, la comida también la aprovecha para verse con algún cliente, siempre en la misma mesa del restaurante, escondido de las otras. por la tarde, temprano, vuelve a colocarse el casco y atraviesa toda la ciudad con el macuto de cuero pegado a su cuerpo hasta llegar al destino. esta vez se siente nervioso, y de nuevo vulnerable. del macuto saca la carpeta y va directo a la puerta del edificio y toca uno de los timbres. al entrar, la secretaria con una inmensa sonrisa, coqueta y seductora, le hace pasar a la oficina principal donde un hombre le invita a sentarse. -lo siento, prefería decírselo en persona- es ya la cuarta editorial que le rechaza el libro, ya no saben qué excusas ponerle, ya no saben qué decirle. sigue aún en su cabeza taladrada la del editor viejo y podrido que le dijo que la poesía es un invento de los feos. se resigna y le da las gracias nuevamente, saluda a la secretaria y sale a la calle. del macuto saca la carpeta y los libros y los mete en el contenedor de basura que tiene más cerca. qué importa. volverá a escribir. se sube a la moto con el casco agarrado a un brazo y se marcha calle abajo hasta perderse entre los coches.
Octavio Pineda
9 comentarios:
No sé por qué extraña razón me imaginé a Josu caminando por Argel con ciento tres ojos clavados.
Afortunadamente, nos compañan ratos mucho más optimistas!
Yo se de uno, alto y aparente también, pero no musculoso sino torbellino, que ya no tiene ese problema. Ole.
Me gustó.
La chica de los lunes.
Sí que ha sido extraña esa razón, porque ese pelo castaño y liso me descarta. En cualquier caso, gracias. Y gracias también a la chica de los lunes.
Jota, era a oct.
Tú, torbellino, torbellino...
como que no.
En cualquier caso, miren todos, josué ha resucitado (aleluyaaleluya)
Con ciento tres ojos clavados o no, mejor que ponga la máxima atención en los suyos, que esas calles están plagadas de "japos"...(Josué)
ESos versos tuyos (o eran bersos) -que no "bersas" -a la sevillana- como decía el poeta de tal localidad, no sé qué León) ya gozan de la bendición de un gran jurado. Enhorabuena campeón!
gracias y bueno, parece que uno gana y le publican y que le den morcilla al editor ese que creía que era imposible, jejeje. si es que sin querer hice un texto infuturible
Yo soy jueves
(que alguien nos diga a los de afuera quién ha ganado qué, por favor, y dónde podremos leerlo, que nos hace ilusión y no nos enteramos) (un titular más que sea... ¿eh?)
(ah, ya me enteré... ahí, entre la buhardilla y el google... muchas felicidades, muchas)
Sí, ya sé que era a Oct, Coloc, pero agradecía ese "aparente también". Gracias.
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