miércoles, 17 de diciembre de 2008

Sue Lynne

Quería hacerle parecer pequeño y lo logró. Para ello, congeló su sonrisa; retiró todo atisbo de interés en su mirada; rebuscó en su bolso; sacó un paquete de cigarros; lo abrió; extrajo uno; cogió su propio mechero fingiendo no ver que él le tendía el suyo; encendió el cigarro; le dio una bocanada corta y exhaló un humo que no había pasado de su boca. Después se recompuso sobre su asiento; levantó la cabeza; echó hacia atrás el pelo con un leve movimiento de cuello y luego volvió a posar sus ojos en los de él; por último, tragó saliva mientras él aguardaba su respuesta. Pero esta no llegó.

[Sue Lynne, es muy tarde. Déjame que te lleve a casa por favor]

Él esbozó un “¿entonces?” con voz dulce y sonrisa tierna como queriendo devolver a la atmósfera su calidez previa a la pregunta.
Sue Lynne todavía le miraba cuando se llevó el dedo meñique a la comisura de la boca para golpearse la uña contra el diente. Con ese gesto impropio de una señorita escenificó el desencanto que le produjo la inocente proposición de su acompañante.
"Disimula con modales su falta de valor. Cobarde o no –se conjuró entonces- Sue Lynne no desea hacer el amor con caballeros. El sexo no requiere tanto protocolo, y el amor… un hombre como tú jamás traspasará ese círculo conmigo".
Pero no lo dijo. Prefirió que el silencio y el frío se explicaran.

Jorge Plaza

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buf. Sue Lynne. Tremenda. Todavía escucho el tic tic de la uña y le veo los ojos, indiferentes, asesinando, asesinando, Ya.

Tia dijo...

Cool!