miércoles, 21 de enero de 2009

una promesa un salto

Si se lanzaba, el salto tendría una mezcla de locura, riesgo y estupidez, o acaso un poco de esa adrenalina que andaba buscando. Y si lo hacía, soñaba con saber qué era aquel inmenso territorio salvaje que se extendía debajo de sus pies. Era fácil, pensaba, porque estas cosas siempre suceden así. Un pequeño gesto y un impulso podrían cambiar todo y ya que se había prometido que sería capaz de hacerlo, tal vez, pese a la distancia, ese día había llegado. Poco importaba si le ponían de nuevo en el mismo sitio como si no hubiera ocurrido nada. Poco importaba. Algo iba a ser distinto y la idea del fracaso no se lo arrebataría.
Subió primero los brazos y en silencio trepó la última parte de los barrotes. Luego, alongó su cuerpo hasta llegar al borde. Tomó conciencia de todo aquello desde lo alto. Suponía demasiado, pero no se le pasó ni un momento por la cabeza echarse atrás. Ya estaba hecho y no era un cobarde. Después de unos segundos de duda, saltó. Su madre encendió la luz y lo encontró llorando con el cuerpo tirado por la habitación como si se le hubiera roto algún hueso. Desde la cuna la caída había sido prácticamente perfecta, pero ahora quedaba convencerla de lo que era capaz de hacer. Cuando dejara de llorar se imaginó que ella lo entendería. Tampoco sería fácil.



octavio pineda

5 comentarios:

Anónimo dijo...

y a fuerza de batacazos va aprendiendo uno, también.
Me gustó el salto.

Anónimo dijo...

No se hizo pupa ni nada, no? NO? nooo???

( En verificación de la palabra me sale barac, qué politizado todo, ja!)

Anónimo dijo...

Al pobre le pasaría como a los gimnastas olímpicos, que también llevan las piernas embutidas en los pijamas enterizos esos de bebé, como si no tuviésemos los pies articulados desde que nacemos...

Anónimo dijo...

Doctor, creo que lo estamos perdiendo!
Traiga las palas y doscientos miligramos de literaturiprina!

Anónimo dijo...

grande como siempre Q. Un abrazo y gracias a ti y a todos por no dejar morir el blog. THE YI