Lo cierto es que nunca le gustó el cine, y decía tanta milonga, tanto plano extraño, tanto gesto forzado o luz forzada o árbol forzado. Y esas melenas, tan lisas y tan estupendas. Por no hablar de los culos o las miradas o las despedidas. Tanto artificio. Porque siempre era artificio, nada era creíble, todo era irreal, inverosímil. Y no tenía tiempo, la verdad, para andarse parando a empatizar con cosas que aún no existían. O que nunca hubiera querido sentir, no nos engañemos. Esos llantos desgarrados, esos amores infames. Bastante tenía con lo que tenía. El acuario. Lo intenso del drama en aquel escenario. El vinilo fondo tropical. La luz. La piedra. El buzo. Ahora escondido. Ahora no. Ahora escondido. Las plantas. De adorno. El color fosforito de aquel pez raquítico. Y mirar. Todo el tiempo. A ver qué pasaba. Gratis, encima.
Así que sí, que iba al cine por las pibolas y todo eso, pero también porque había noches (de sábado) en que cerraban el acuario desde las dos y la tarde se le presentaba tan desierta que la idea de un cine no se le antojaba tan insoportable. Así que iba. Con alguna piba del chat y eso. Y no miraba la peli, porque no colaba, porque la vida no era eso, tanta conexión extrasensorial y tantas mierdas. La vida eran las piernas de la pibi. La falda cortita de la pibi. Los micromovimentos del brazo en el apoyabrazos oscuro. Pero Luis seguía pensando en el limpiafondos a pesar del vello erizado. Porque en la adolescencia se tiene vello, rebelde vello pero vello. Bellísimo vello tieso al contacto con vellos vecinos. Y Luis dale pensando en la cola mordida del luchador verde. El baile del pañuelo en la cola mordida en el agua. Y pum pum pum cada vez más fuerte. En la peli tal vez explosiones o bichos tresdé. Con pelo. Logrado, sí. Pero qué?. Las piernas de Marta. La boca de Elena. La falda pequeña de Luisa. Incluso la uña mordida de Pedro. Y el buzo escondido. Ahora no. Las burbujas. La piedra turquesa. Las algas. Bailando, bailando y la cola mordida, bailando en el agua los dedos, la arena, la arena en los dedos. La lengua de Marta el pescado el azul.
- Mañana traigo a mi hermana al Tesoro Escondido. Te vienes?
- No. Mañana es domingo. Y en Navidad, el acuario abre.
- Pero hoy también abrió
- No fastidies!
Así que sí, que iba al cine por las pibolas y todo eso, pero también porque había noches (de sábado) en que cerraban el acuario desde las dos y la tarde se le presentaba tan desierta que la idea de un cine no se le antojaba tan insoportable. Así que iba. Con alguna piba del chat y eso. Y no miraba la peli, porque no colaba, porque la vida no era eso, tanta conexión extrasensorial y tantas mierdas. La vida eran las piernas de la pibi. La falda cortita de la pibi. Los micromovimentos del brazo en el apoyabrazos oscuro. Pero Luis seguía pensando en el limpiafondos a pesar del vello erizado. Porque en la adolescencia se tiene vello, rebelde vello pero vello. Bellísimo vello tieso al contacto con vellos vecinos. Y Luis dale pensando en la cola mordida del luchador verde. El baile del pañuelo en la cola mordida en el agua. Y pum pum pum cada vez más fuerte. En la peli tal vez explosiones o bichos tresdé. Con pelo. Logrado, sí. Pero qué?. Las piernas de Marta. La boca de Elena. La falda pequeña de Luisa. Incluso la uña mordida de Pedro. Y el buzo escondido. Ahora no. Las burbujas. La piedra turquesa. Las algas. Bailando, bailando y la cola mordida, bailando en el agua los dedos, la arena, la arena en los dedos. La lengua de Marta el pescado el azul.
- Mañana traigo a mi hermana al Tesoro Escondido. Te vienes?
- No. Mañana es domingo. Y en Navidad, el acuario abre.
- Pero hoy también abrió
- No fastidies!
Laura Artiles
2 comentarios:
Qué ganas de meterse en la pecera y mirar para afuera. Tresdé.
El baile del pañuelo en la cola mordida en el agua... a esto me refería.
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