Le dió la vuelta de un golpe, uno de esos bruscos, como los que se ven en la tele. No sabía que supiera hacer eso, una sóla llave ¿de judo sería? y ya estaba el tipo gordo en el suelo, sudando, aterrorizado, mientras ella le ponía el zapato camper impecable, reluciente de betún, en la garganta y podía verlo mover los ojos rápidamente en las cuencas, buscando los suyos, buscando un resto de humanidad mientras sentía como le faltaba el aire y una sensación, más paranóica que real, lo hacía sentirse cerca de la muerte. Ella, que se había puesto al fin los pantalones nuevos y la camisa blanca y negra de raya diplomática recién planchada- la roja era demasiado escotada, la negra demasiado cerrada- levantó el pie despacio, mientras lo miraba con una media sonrisa, y le dio la vuelta para atarle las manos, primero, y luego los pies. Una vez inmovilizado, desesperado como una cucaracha boca arriba, allí, al pie de la misma mesa en la que antes se encaramaba con toda su arrogancia, el individuo tragó una a una las esmeradas páginas, aquellas que tuvieron mil versiones antes de serle entregadas, aquellas que tenían medida hasta la raya del pelo y olían a nenuco.
El trabajo había terminado.
El hombre desalmado yacía en el suelo balanceándose, intentando recuperar la verticalidad.
La asesina imaginaria se sintió decepcionada. Ella que había sido capaz de idear los crímenes más crueles, no le había hecho siquiera tragar las grapas.
El trabajo había terminado.
El hombre desalmado yacía en el suelo balanceándose, intentando recuperar la verticalidad.
La asesina imaginaria se sintió decepcionada. Ella que había sido capaz de idear los crímenes más crueles, no le había hecho siquiera tragar las grapas.
4 comentarios:
Sigue juntando letras por favor. Y ganate la vida con eso.
Olvídate de las cosas mal hechas de afuera. Tu debes vivir con la ropa manchada de pintura, con fiebres de palabras, con el café manteniendo tu imaginación despierta, con los besos nocturnos del que escribe para que tú, y sólo tu, puedas darle un poco sentido a todo esto...
Cuero + betún + papel + tinta + esmero + colonia nenuco + rayas diplomáticas = toxina mortal y misteriosamente radiactiva que extermina a las cucarachas burocráticas hasta la última (y repugnante) generación.
Menos mal que le quitaste las grapas, porque el cobre tiende a arruinar el efecto.
Camper no fabrica zapatos asesinos, eso seguro. Y lo de comerse las hojas es pura excentricidad de artista.
Bah.
Qué sabrá la de la raya diplomática. Y mejor, qué sabrá ese pobre tirado en el suelo!
Y la vida? qué es la vida? que me cuenten, a ver!
Los camper no son los asesinos, son los pies que van dentro
¿La vida? una caca, qué se le va a hacer. Al menos, hoy. Mañana ya te cuento, si eso.
Publicar un comentario